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Cristina García Fontán, experta en ordenación del territorio: «Valencia y Santiago no planificaron su área urbana, y eso trae problemas»

La arquitecta considera inútil abordar problemas como las inundaciones o la movilidad solo con perspectiva local

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Cuando el Ateneo de Santiago llamó hace unas semanas a Cristina García Fontán (Cotobade, 1976) para participar en sus charlas de los lunes buscaba sus conocimientos en ordenación del territorio y paisaje —es profesora de esta rama en la facultad coruñesa de Arquitectura— y también su experiencia como vecina de Santiago. Lo suyo sería hablar de urbanismo, movilidad o la compatibilidad entre los distintos intereses y formas en las que se vive una ciudad peculiar como Compostela. La trágica actualidad, salvando los precedentes y las dimensiones, no ha hecho más que reforzar buena parte de su discurso.

 

—¿Qué podemos aprender aquí de lo que está sucediendo en Valencia?

 

—Estamos viendo dos cosas: que la capital, Valencia, se vio menos afectada por las inundaciones porque tenía una infraestructura clave —el canal del Turia—, mientras que los concellos periféricos, más pequeños, no han gestionado bien esa situación. Santiago, que por cierto cada vez tiene más problemas con el agua, también está rodeado de lugares inundables, como Bertamiráns (Ames) o Sigüeiro (Oroso) que coinciden en que son junto a Milladoiro los núcleos que más población están ganando y que tienen dificultades para asumir sus necesidades porque el que recibe más recursos siempre es el ayuntamiento principal.

 

—¿Cuál es la segunda lección?

 

—¿Qué estamos viendo estos días en las imágenes que nos llegan de la catástrofe? Coches y más coches, como un elemento determinante de la tragedia. Eso ocurre porque no existe un transporte público adecuado, y obligamos a la gente de esos municipios a moverse de manera particular sin que existan soluciones para este problema. Una conclusión evidente es que ciudades como Valencia y Santiago no planificaron su territorio en términos de área urbana, sino como municipios, y eso trae problemas, porque esos límites están superados desde hace tiempo.

 

—No le ha costado demasiado encontrar paralelismos.

 

—No me cuesta nada porque llevo veinte años hablando de esto. He vivido dos años en Holanda —hizo un máster en Róterdam— y allí saben gestionar el agua. Y tras las inundaciones en Alemania —julio del 2021—, he trabajado en un congreso para abordar estas cuestiones.

 

—¿Y qué concluyeron?

 

—Que a nivel técnico, y desde luego entre la gente que trabaja en la ordenación del territorio, tenemos muy claro lo que está ocurriendo desde hace muchos años, y es que vivimos por encima de nuestras posibilidades ambientales. Eso afecta a la vida, porque sufrimos eventos como la última dana, o a nuestra salud. Los que no se han enterado de esto son los políticos, y da pena, porque la sensación es que ha fallado todo. No se ha comunicado bien, y cuando se ha hecho la gente no se ha creído nada.

 

—¿Qué tendría que cambiar?

 

—Aquí tenemos unos buenos mecanismos para la planificación territorial desde hace veinte años, pero no los utilizamos. Territorios como el de Santiago y su área urbana son cada vez más complejos, pero no hay planificación a escala metropolitana, o si se prefiere por tamaño, a escala urbana. Planificar de esta manera cambiaría mucho la perspectiva de las cosas.

 

—¿Tiene esperanzas en que algo mejore?

 

—Siempre me gusta dejar un mensaje positivo. Nosotros somos unos privilegiados, y todo esto que estamos tratando son problemas del primer mundo. Sé de lo que habló porque dirijo un proyecto de cooperación en Mozambique.

 

«Las necesidades cambian, por eso no es sostenible comprar una casa para toda la vida»

García Fontán es compostelana de adopción por decisión propia. Vive en el casco histórico, un lugar especial que exige «ser muy resiliente» por muchos motivos, aunque el de mayor actualidad es la presión turística.

 

—¿Cómo lleva Santiago?

 

—Santiago me gusta, pero es un lugar difícil. Me preocupan algunas cosas, como el hecho de que se haya dejado de hacer mucha gestión urbanística y que no se esté pensando en una ciudad para vivir, sino para pasar uno o dos días. El turismo da dinero, pero es muy frágil, como se ha visto en la pandemia.

 

—La vivienda es un problema histórico. Los que menos tienen se marchan, pero los que tienen más recursos, también se van.

 

—Si pensáramos como un área urbana y como un territorio algo más policéntrico no nos preocuparía por dónde se reparten las rentas más altas. En todo caso, sí creo que hay que ocuparse y hacer la vivienda accesible para los que menos tienen, y eso pasa por regular su precio.

 

—Desde los años 80 perdemos población y ahora hay menos universitarios, ¿por qué necesitamos construir más viviendas?

 

—Porque hay más gente que vive sola o en pareja. Somos menos pero hay más unidades familiares, por eso creo que hay que introducir nuevos modelos para vivir. No tenemos las mismas necesidades a los 30 años, a los 40, con familia, o a los 70, cuando volvemos a estar solos. Por eso creo que no es sostenible este modelo de hipotecarse y comprarse una casa para toda la vida.

 

Ver en La Voz de Galicia